Antes de cumplir 30 años, por allá por los 25, leí algo sobre la crisis de los 30, pero me parecía muy lejana y decía: “A una persona tan alegre y divertida como yo, jamás le sucederá”. Claro, para entonces tenía un trabajo estable, administraba mi propio dinero y tenía una relación amorosa con proyecciones. Mi vida funcionaba bien, aparentemente. Pero, en realidad, me faltaba mucho por vivir y no me daba cuenta.

Me había conformado con cumplir aquel proceso incisivo, tajante y necio que te impone la sociedad: “tienes que tener una profesión”, “tienes que tener un trabajo honorable”, “tienes que casarte”, “tienes que formar una familia”, ese “tienes que”, que no te deja ser feliz, que no te deja sacar tus instintos y volar.

Cuando cumplí 27 años decidí sacar esos instintos y volé. Me la jugué por mí. Renuncié a mi trabajo estable, creé mi propia empresa, terminé mi relación amorosa, invertí en seguir estudiando y me fui a vivir a otro país. Así fue. Para entonces, la crisis de los 30 aún no llegaba.

Los expertos dicen que esa etapa sucede justo antes de llegar al “tercer piso” de la vida o talvez un poco después. Esta crisis se ocasiona porque existe una presión personal por cumplir objetivos, que la sociedad, la familia o los amigos nos “exigen” a esa edad, ya sea “comparando”, “cuestionando” o “criticando” y la mujer es más vulnerable a sufrir por esos estereotipos sociales.

Esos objetivos generalmente tienen que ver con: un trabajo estable, una carrera prometedora, un matrimonio, hijos, una casa propia, independencia, solvencia económica, etc. Son tantos los objetivos de vida que uno se plantea cuando es más joven, que el no llegar a cumplirlos crea la sensación de un fracaso. Pero, no lo es, la vida no es lineal, no es un instructivo que estamos obligados a cumplir por igual. Cada uno escribe su propia historia.

Para escribir este artículo me interesé por conversar con diferentes amigas que rodean los 30 años. Por supuesto, la mayoría ¡sobrevivió a la crisis! y un grupo minoritario, para sorpresa mía, ¡nunca la vivió! Es decir, esta famosa etapa de depresión, ansiedad e incertidumbre pasó desapercibida para ellas, lo cual es una buena noticia. Así que, si aún no cumples los 30, talvez no tengas que pasar por una crisis.

En mi caso, sí lo viví y no fue nada agradable. Pero, cuando todo pasa, te das cuenta de que no era tan grave como parecía. Ocurrió a mis 28 años, entonces mi vida profesional marchaba muy bien, pero no sucedía lo mismo con mi vida sentimental, trataba de forzar algo que no estaba funcionando, había idealizado a alguien que no era para mí, estaba amando a alguien, más que a mí misma y eso nunca debe pasar.

Ese “requisito” de tener una familia propia hasta cierta edad no se estaba cumpliendo y entonces caí en una depresión. Ahora, puedo decir, que fue una experiencia necesaria, era parte de ese “aprender a vivir” y “aprender a volar”. Cuando pasa te das cuenta que sigues siendo esa mujer alegre, jovial y divertida, pero con más madurez y seguridad en ti misma. La experiencia no te la quita nadie.

Tengo amigas que han pasado por situaciones similares, se hicieron promesas antes de los 30 que no pudieron cumplir y entraron en depresión, estuvieron a punto de tomar decisiones apresuradas como comprometerse en una relación con alguien a quien no amaban o se casaron porque creían que “ya era hora”, lo cual hoy en día les parece ridículo porque terminaron divorciándose.

Hay amigas que se sintieron menos valoradas y menos atractivas, hay quienes tienen un matrimonio feliz o un trabajo estable, pero sienten que les ha faltado vivir, viajar, conocer más personas y otras formas de ver el mundo. Hay amigas que laboralmente no les ha ido bien y eso les causa una frustración porque a los 30 pensaban tener el control de sus finanzas.

Otras, cuando tuvieron la crisis, aún no terminaban su carrera universitaria, pensaban que habían perdido su tiempo, pero en realidad ganaron otras experiencias laborales y establecieron un hogar. En fin, la vida es así, con historias distintas y es importante aceptar que cada mujer debe vivir sus propias etapas sin comparaciones, sin prejuicios y sin miedos.

La crisis de los 30 es real, no pienses que solo te pasa a ti. Pero, no te quedes en ese estado, rodéate de personas positivas, plantéate retos personales, disfruta de tus momentos a solas y haz lo que te haga feliz, baila sola de vez en cuando, ejercítate, ve a probarte la ropa que más te gusta o cómprate un helado de chocolate. Disfruta de los pequeños momentos y ríe, ríe mucho. Ser mujer a los 30 también es aprender a reírse de las tonterías por las que sufríamos antes. Si tienes 30 ¡Bienvenida! Estamos en el mejor momento de nuestras vidas.

María José Fernández – chilena

María José Fernández – chilena

Trabajadora Social

Cuando tenía 28 o 29 años tuve esa crisis. Pienso que me pasó porque las personas de mi edad ya estaban en una relación estable o casándose o teniendo hijos o teniendo otras proyecciones de vida y yo no estaba con eso. Yo estaba recién buscando una mejor pega (trabajo), no me sentía acorde a la edad en relación con el entorno con el que me desenvolvía y eso quizás me chocaba un poco.

Una de mis mejores amigas siempre me dijo que son etapas distintas que vamos viviendo cada una, no porque ella es mamá o se casó o tiene muchos años pololeando (de novia) yo voy a ser igual a ella. Cada uno vive su proceso y el mío fue distinto.

El problema, creo yo, radica en la sociedad más que en ti mismo. La sociedad hace que te afecte la edad, es un tema mental nomás. Por eso, quizás yo no quería cumplir los 30, pero ya los pasé y fue un número más, un día más.

Ahora me junto con gente más joven y motivada, estoy feliz y tranquila. Me siento como de 10 años menos, pero mentalmente más madura. Creo que los 30 son los nuevos 20, quiero viajar y al fin tengo los recursos para poder hacerlo.

Sofía Bermúdez – Ecuatoriana

Sofía Bermúdez – Ecuatoriana

Periodista – 30 años

Mi crisis comenzó dos años antes de los 30, pensaba que no había hecho un montón de cosas que quería hacer antes de cumplirlos. Me comencé a desmotivar muchísimo, no me estaba yendo muy bien en el trabajo y a finales del 2016 me despidieron. Al principio lo tomé tranquila, luego de 5 meses me comencé a desesperar, sentía que mi vida era un fracaso que nunca iba a llegar a cumplir ninguna de mis metas.

Llegué a una situación en la que ya no podía subsistir de forma independiente y volví a vivir con mi mamá, eso fue otro aliciente para esa crisis. Sentía que tenía que tener la vida resuelta para esa edad. Sentía que a los 30 tenía que tener ya el departamento, con perro incluido, haber viajado la mitad del globo terráqueo, que ya tendría una pareja fija. Pero, no llegó a ser así y me deprimí.

Comencé a ir a terapia y eso me ayudó a superar muchas cosas que estaba arrastrando sin darme cuenta. Mis rollos personales se estaban volviendo una bola de frustraciones.

Ahora, estoy mucho más contenta con lo que he logrado y aprendí que las metas pueden ir cambiando, no tiene nada de malo que hoy quieras una cosa, la desees con todo tu corazón y trabajes en ello, pero puede que mañana ese sueño cambie.

Pues, no tendré el departamento, pero si tengo a la perrita, no tengo a la pareja, pero me tengo a mi misma, no me he viajado medio globo terráqueo, pero he viajado bastante y siempre que puedo lo hago. Así como la vida cambia, las personas cambian, los sueños también cambian.

Gilian Villalon - Chilena

Gilian Villalon - Chilena

Asistente Social- 35 años

Sentía que cumplir 30 era como dar un paso gigante a una edad para la que no estaba preparada. Fue complicado en su momento, tenía lata (fastidio) celebrarlo, no quería. Ese paso de los 29 a los 30 me generó un poco de complicaciones porque no me sentía acorde, uno tiene esa sensación de que si tienes 30 ya eres más grande y tienes una presión social encima.

Culturalmente se nos ha mencionado, enseñado y hemos visto que es una etapa de madurez y no nos sentimos preparadas por esa presión social, es complejo. En su momento pensé y evalué por qué no tenía un trabajo estable, no tenía pareja, tampoco hijos. Te empiezas a cuestionar un poco esas cosas. Pero, tampoco fue tan grave, una vez ahí, en los 30, dices: ¡Listo, si solo fue un número!

Para pensar la llamada “crisis de los 30” a modo general, ya que cada persona la atraviesa desde su particularidad, es necesario primero citar la época de los veinte. El sujeto suele vivir los veinte años de forma novedosa y experimental. Es decir, empieza a estrenar posibilidades tanto a nivel sexual, laboral, como social. Frases como “tienen todo el futuro por delante”, generan un estado donde la noción del tiempo aún no cobra importancia en la escena.

Al llegar a los treinta, esto comienza a cambiar. Es importante mencionar que, al hablar de “los treinta”, no necesariamente nos referimos a treinta años exactos, eso dependerá de la historia de cada uno, algunos podrán vivir aquel momento de crisis antes, otros después, y otros talvez nunca. El cambio que se da de manera más brusca llega al tener noción del tiempo.

En los veinte tenemos totalmente lejana la idea de “ser mayor”, en los 30 pasamos a tener consciencia del paso del tiempo en relación a la propia vida. Es decir, a tener perspectiva del pasado, pero especialmente del futuro y aunque todos nos cuestionamos cosas a lo largo de la vida, será en estos momentos donde suele ocurrir de manera repetitiva e intensa.

Continúa…

¿He llegado al lugar donde esperaba ser situado en el mundo? El trabajo prometedor, la carrera apasionante, viajes, casa propia, una pareja formalizada, los hijos, suelen ser algunos de los ideales, propios o ajenos, que algunos de los jóvenes adultos, que llegan a consulta, soñaron que tendrían a esta edad y el no verlos cumplidos aún, genera en ellos sensaciones de frustración, desconcierto y en algunos casos, angustia.

Al vivir en una sociedad de consumo, crecemos atravesados por demandas sociales voraces que entrarán en conflicto con el mundo afectivo y los ideales personales. De forma que, quien no tiene éxito de la manera como la sociedad lo exige, siente un fracaso.

Debemos tomar en cuenta que toda crisis implica una ruptura, un cambio que muchas veces posibilita construirse una vida mejor, pero para esto es necesario darle lugar a aquel dolor que genera en cada individuo aquello pensado como fracaso. Elaborar el duelo de lo que no está es imprescindible para salir de la crisis.

En algunos casos es recomendable consultar con un profesional, cuando nos sentimos perdidos con la incertidumbre de percatarnos que el mundo no corresponde exactamente a lo que se pensaba y que uno ya no es “reconocido” ni “valorado” solo por el hecho de existir. Ya que a los veinte con papá y mamá había que hacer un mínimo esfuerzo y obedecer un poco para recibir lo que se quería. Ahora, aquel lugar privilegiado ha desaparecido, incluso el cuerpo nos deja saber que ya no resiste tanto nuestros excesos, que sí hay límites.

Continúa…

¿Estamos haciendo aquello que nosotros queremos para nuestras vidas o lo que otros quieren a cambio de sentirnos amados y reconocidos? Durante la crisis, la persona puede negarse a querer saber y entonces intentará evadir la angustia.

Si nos planteamos nuevas metas, aquella energía que antes poníamos en antiguas costumbres, ahora será desplazada hacia otros lugares. Posiblemente ya no podamos enfiestarnos todos los días, porque usamos ese tiempo, energía y dinero en nuestros proyectos de vida.

La sensación de haber perdido el tiempo o haber tomado decisiones incorrectas es prácticamente inevitable durante los treinta, pero aquellos que logran atravesar la crisis, cuestionándose y replanteándose caminos, ya sea para reafirmarlos o cambiarlos, se llenan de ciertas motivaciones renovadas y encaminadas hacia sus elecciones.

Mediante estas nuevas elecciones descubren su propia plasticidad y logran asumirse como seres en constante construcción y deconstrucción, que aunque han perdido la fantasía de pensarse inmortales, se han permitido darle sentido a su vida. Y pocas cosas son más trágicas que una vida carente de sentido.

Fin