Alguna vez presencié en un Tribunal Penal de Ecuador cómo la defensa de un acusado de violación sexual presentaba entre sus alegatos que la víctima había provocado a su defendido. ¿Que, cómo lo provocó?  ¡Inaudito! : llevaba puesta una minifalda.

¡Qué falta de respeto!  porque seguramente “una mujer de casa” no se viste así (sarcasmo).

Afirmaciones como esta las leemos y escuchamos frecuentemente: “Ella se lo buscó”, “¿Qué hace una mujer sola en la noche?”, “se vistió provocativa”.

Vivimos en un mundo en que se acusa a la víctima y se deja libre al agresor. Hemos normalizado lo anormal. Las mujeres nos hemos acostumbrado al miedo, a la crítica y a los estereotipos.

Alguna vez yo también fui víctima, no de abuso, pero sí de un secuestro y entre los comentarios ridículos que recibí fueron: “¿Por qué saliste tan tarde?”, “¿Por qué cogiste cualquier taxi?”, “¿Por qué hiciste eso y no aquello?”. Mucha recriminación para una persona que pasa por un proceso traumático. ¿Y saben qué es lo peor? Que muchas veces la víctima termina asumiendo una responsabilidad que no es suya.

Este domingo 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, se “celebran” todos los logros políticos y sociales alcanzados (que son muchos). Pero, más allá de la celebración romántica y protocolaria de la fecha, hay un problema aún no resuelto: ¿Qué se ha hecho para que los casos de violencia contra la mujer no queden en la impunidad?

En diciembre del año pasado se volvió popular un canto, cuyo coro dice algo así: “Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía, el violador eres tú”. Este performance de protesta, que dio la vuelta por varios países del mundo inició en Chile y acusa al “Estado opresor de ser el mancho violador”, lo hace responsable de los casos de impunidad que existen.

En los últimos días se han suscitado varios  casos de femicidio. En México, uno de los países con mayor índice de violencia contra la mujer, 10 mujeres son asesinadas al día y el 97% queda en la impunidad.  Según una publicación de Diario El Comercio, en Ecuador, cada 72 horas una mujer, una adolescente o una niña es apuñalada.

Nos gustaría algún día dejar de tener miedo a salir solas, no ser juzgadas ni estereotipadas por el largo de nuestra falda, celebrar la vida y no con carteles de protesta que digan: “ni una menos”. Ser libres y no valientes. Este 8 de marzo decimos con certeza en homenaje a aquellas mujeres que ya no están: “Soy mujer… y la culpa no era mía”.