Quiero compartir con ustedes una historia de amor que se dio en un lugar encantador, es una historia que la conozco muy bien y que la guardo con mucho cariño en mis recuerdos:
Un día entero de verano esperándolo, muchas preguntas cruzaron por la mente de ella, pero la decisión estaba tomada no podía volver atrás. Era la primera cita.
Abrió la puerta y apareció, lo único que ella sabía de él hasta ese momento era su nombre y algunos detalles que uno pregunta cuando conoce a alguien por primera vez. Hubo una conexión entre los dos, era ese tipo de química que se respira en el aire y no se explica con palabras.
Wendy es una chica de tierras cálidas, latina, risueña y emotiva y Stephan un chico de habla inglesa, nativo de un lugar donde los inviernos son largos, amante de los libros, analítico y aventurero. Con costumbres, cultura e idiomas diferentes.
Quedaron en verse, armaron un plan de fin de semana. Decidieron hacer un clásico “Road trip” – viaje en carretera – esto ayudaría a tener más temas de conversación, bromas que solo ese par de locos entendería y evitaría que uno de los dos salga corriendo al caer en los momentos de silencio incómodos, tan usuales de los primeros encuentros.
Semanas antes del encuentro Wendy y Stephen fueron sorteando los lugares, pensando que transporte usarían, las posibles rutas y ciudades para conocer, tuvieron muchas ideas, pero sin un itinerario fijo. Soñaba cada uno con aquel viaje.
Se preguntaran ¿Es seguro y posible disfrutar un paseo con alguien que se conoce por primera vez? Era arriesgado. Los dos sabían que quizás regresarían de ese viaje desilusionados porque podían haberse creado ideas falsas uno del otro. Pero los movía una corazonada, el riesgo era la gasolina de su aventura.
Esta escapada los terminó llevando a la romántica ciudad sureña de Charleston, en la costa Este de Estados Unidos (USA).
Él manejaba y ella usaba el GPS. Comenzó el viaje con las preguntas “rompe hielo”, momentos idiomáticos, ella aprendiendo inglés y él español, lo que provocó algunas carcajadas y bromas. Preguntaron cosas sobre su vida, experiencias graciosas y embarazosas.
Su recorrido poco a poco los llevó a un camino de frondosos árboles de roble donde las ramas con musgos colgantes se entrelazaban y formaban un paisaje sacado de un cuento de hadas. Era un lugar propicio para una parada, para ser admirado y fotografiado.
Los movía una corazonada, el riesgo era la gasolina de su aventura.
Durante el recorrido sus manos se tocaron y sus miradas se cruzaron por momentos, parecían dos adolescentes que no sabían que hacer. El solo hecho de tomarle la mano, era algo que le costó hacer a Stephen, no sabía cuándo era el momento indicado pero la caminata por un Jardín histórico fue la oportunidad perfecta.
Charleston es una ciudad con un estilo único, con sus elegantes mansiones coloniales, carruajes, originales pórticos y una arquitectura que te transporta al pasado. Un escenario que fue recorrido a pie por estos dos enamorados que ya no se querían soltar de la mano, visitando algunos callejones escondidos sacados de una película de los 50. Calles adornadas de cafeterías, restaurantes, con un tono de jazz al fondo o una melodía irlandesa que salía de un bar.
Su lugar preferido para comer, platicar y tomar unas cervezas en las tardes siempre fue un pub que tenía una particularidad, todas sus paredes estaban forrados de billetes de un dólar. Con algunas copas encima, ellos dejaron una parte de esa aventura ahí plasmada en el billete de un dólar. Lo que escribieron ahí seguirá siendo un secreto. Quizá un dólar más para muchos, pero único para ellos.
Luego de las ocurrencias en el pub y las caminatas por el malecón donde se alzaban aquellos sauces centenarios, vieron el atardecer y luego al oscurecer se sentaron en una banca de madera mirando hacia el mar y el cielo estrellado. En esa banca se contaron historias y secretos, platicaron sobre sus vidas, ocurrencias y de lo bien que se habían entendido en tan poco tiempo, de lo felices que estaban por haberse conocido y los planes que harían para cuando se volverían a ver.
Ese lugar, fue también otro rincón simbólico para ellos. Allí ocurrió el famoso primer beso, como en una película grabada en Charleston, vieron desde el horizonte nacer la enigmática luna llena. ¡Qué oportuna! Wendy nunca había visto una luna tan majestuosa.
Antes de terminar su viaje, la última noche se colaron en la fiesta de un grupo de turistas, en un hotel lujoso de la ciudad; y, con dos copas de champagne celebraron su maravilloso encuentro.
Wendy llego a pensar que Charleston era como el sombrero de un mago que a cada paso te asombraba con algo inesperado. Quedó encantada. Así fue la historia de un amor de verano, de dos extraños que, sin conocerse, apostaron por un viaje para su primera cita y se jugaron a la suerte.
Si conocieras a alguien por primera vez, ¿Cómo sería tu primera cita? ¿Qué plan te gustaría más? ¿Te aventurarías por la idea de un viaje?