¿Eres de aquellos que espera con ansias sus próximas vacaciones para conocer un nuevo destino en el mapa del mundo o aprovecha los feriados o sus días libres para darse una escapadita? Entonces seguramente eres parte del grupo de los millennials viajeros.
Viajar es uno de los aprendizajes más genuinos de la vida. Cada país, cada ciudad o cada pueblo nos enseñan diferentes formas de vivir, de ser y de amar. Aprendemos a ser migrantes y a ser más libres. No dudo en asegurar que la mejor inversión de la vida, además de la educación, es viajar.
Según un estudio realizado por Thomas Gilovich (psicólogo estadounidense) y publicado por la Revista Vía México reveló que gastar nuestro dinero en experiencias más que en bienes materiales hace que nuestra felicidad sea más duradera. Esto se explica mediante el fenómeno de adaptación “porque al acostumbrarnos a tener algo, pasa a ser normal, pero las experiencias viven y se arraigan en la identidad y la memoria”.
Esto justifica por qué los millennials amamos y valoramos más viajar que comprarnos aquel auto último modelo. Cada uno tiene sus propios motivos personales, pero hay algunos en los que coincidimos y los quiero compartir.
5 buenas razones por las que me gusta viajar:
1) Aprendemos a aceptar y entender a los demás
Es bueno conocer otras culturas, te das cuenta que aquello que consideras raro en tu sociedad es tan normal en otras y viceversa. Esto tiene que ver con la forma de vestir, con la forma de hablar o actuar de la gente. Sus hábitos y costumbres, obviamente no son las mismas. De esta forma, aprendes a ser menos prejuicioso y a dejar de lado algunos estereotipos.
Ejemplos básicos como que en Argentina y Chile, no son necesarios los tacones de aguja para las fiestas nocturnas, tampoco es necesario usar en los matrimonios los vestidos “de realeza” que te hacen lucir cual Miss Universo, un vestido hasta la rodilla y un peinado sencillo son suficientes; en Ecuador eso sería motivo de críticas.
Hay países en donde sus habitantes son más fríos, distantes y desconfiados, esto pasa en América del Norte, si te acercas demasiado puede que no tengas una buena respuesta. Mientras que en los países caribeños, por ejemplo, debes ponerles un “stop” a los nativos, porque en cuestión de minutos se sienten en confianza y te hacen sentir la turista más hermosa del lugar. Es una cuestión cultural.
2) Ampliamos nuestra perspectiva del mundo y ganamos conocimiento
Cuando viajamos nuestra cultura general se enriquece. Conocemos nuevos lugares con sus historias y tradiciones. Podemos visitar museos, teatros, parques, observamos arquitectura moderna y antigua, íconos de las ciudades, conocemos personajes, etc.
Todos lo que antes habíamos escuchado, leído o visto solo en fotografías, ahora lo tenemos frente a nuestros ojos y la experiencia de vivirlo es inigualable. También nos educamos viajando.
3) Hacemos nuevos amigos
Nuestra red de contactos se amplía. Al viajar hacemos nuevas amistades en el camino, algunas momentáneas, pero de las que podemos aprender mucho y otras duraderas que no se rompen con la distancia. Tus nuevos amigos, aunque estén lejos, están para escucharte, darte un consejo y hablarte desde una perspectiva diferente.
Es bueno hacer amigos por el mundo, son tu fuente oficial de noticias y cuando vuelves de visita seguramente te ahorrarás el gasto de hospedaje jaja.
4) Nos volvemos más independientes
Si tu viaje es por muchos meses o si viajas solo, seguramente te convertirás es una persona más independiente. Si estabas acostumbrado a que tu familia te ayude cuando tienes algún problema o necesidad, pues ahora debes aprender a resolverlo tú solo. Eso es bueno porque aprendes a valerte por ti mismo y descubres tus capacidades, algunas que ni tú sabías que tenías. Aprendes, por ejemplo, a cocinar, a ser más ordenado, a distribuir mejor tu presupuesto y hasta a hablar en otro idioma si es necesario.
5) Nos ayuda a replantear nuestros objetivos de vida
Hay una frase que dice que: “viajar te cura el alma”. Es cierto. Pero, no es que te cura por arte de magia; aprendes a madurar, a replantearte muchas cosas en tu vida y eso hace que cambies tu perspectiva. Eso que antes te agobiaba desaparece porque dejaste de darle valor. Después de un viaje defines nuevas prioridades. Lo más importante, aprendes que la prioridad eres tú y que tus experiencias son más valiosas que las cosas materiales.